Archive for the ‘Meditaciones de Oswald Chambers’ Category

Diciembre 21

“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos Ha concedido”, 1 Corintios 2:12.

Mi experiencia no es la que vuelve real la redención. La redención es la realidad. La redención no tiene ningún significado real para mí hasta que hable el lenguaje de mi vida consciente. Cuando he nacido de nuevo, el Espíritu de Dios me lleva más allá de mí mismo y de mis experiencias y me identifica con Jesucristo. Pero, si me quedo solo con mis experiencias personales, ellas no son fruto de la redención. Las experiencias creadas por la redención se confirman a sí mismas al llevarme más allá de mí, hasta el punto de que ya no les presto atención como el fundamento de la realidad y sólo veo la realidad que produjo las experiencias. Mis experiencias no valen nada si no me mantienen en la fuente de la verdad: Jesucristo.

Si tratas de restringir la obra del Espíritu en tu vida para producir más experiencias subjetivas, descubrirás que Él destruye todas las limitaciones y te lleva de nuevo al Cristo histórico. Nunca fomentes una experiencia que no provenga de Dios y cuyo resultado no sea la fe en Él. Pero si lo haces, tu experiencia será anticristiana, sin importar que visiones o revelaciones hayas tenido. ¿Es Jesucristo el Señor de tus experiencias o tratas de ponerlas por encima de Él? ¿Hay alguna experiencia más querida para ti que tu Señor? Él debe ser tu Señor y no le debes prestar atención a ninguna experiencia sobre la cual Él no reine. Vendrá el tiempo cuando Dios te haga sentir impaciente con tu propia experiencia y podrás decir sinceramente: “Sin importarlo que experimente, ¡estoy seguro de Él!”

Sé implacable contigo si tienes el hábito de hablar de las experiencias que has tenido. La fe basada en la experiencia no es fe. Sólo la de que se fundamenta en la verdad revelada de Dios es verdadera fe.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 20

“Y yo, cuando sea levantado… a todos atraeré a mí mismo”, Juan 12:32

Somos muy pocos los que tenemos algún entendimiento del motivo por el cual Jesucristo murió. Si todo lo que los seres humanos necesitan es compasión, entonces la cruz de Cristo fue un acontecimiento absurdo y totalmente innecesaria. Lo que el mundo necesita no es “un poquito de amor”, sino una cirugía mayor.

Cuando te encuentres cara a cara con alguien que esté perdido espiritualmente, acuérdate de Jesucristo en la cruz. Si esa persona puede acercarse a Dios de otra manera, entonces la cruz de Cristo fue vana. Si crees que ayudas a la gente perdida con tu compasión y comprensión, estás traicionando a Jesucristo. Tú mismo debes mantener una relación correcta con Dios y consumir tu vida ayudando a otros según las condiciones de Él y no según las condiciones humanas que lo ignoran. La estrategia de la religión del mundo de hoy es servir de manera agradable y sin enfrentamientos.

Pero nuestra única prioridad debe ser presentar a Jesucristo crucificado, poniéndolo en alto todo el tiempo (ver 1 Corintios 2:2). Toda creencia que no esté firmemente fundamentada en la cruz de Cristo, descarriará a las personas. Si el obrero mismo cree en Él y está confiando en la realidad de la redención, sus palabras serán apremiantes para los demás. Lo extremadamente importante es que la relación sencilla del obrero con Jesucristo sea fuerte y esté creciendo. Su utilidad para Dios depende de esto y sólo de esto.

Como el llamamiento de un obrero neotestamentario consiste en sacar a la luz el pecado y presentar al Señor Jesucristo como el Salvador, no siempre podrá ser amable y amistoso. Debe estar dispuesto a ser severo para llevar a cabo la cirugía mayor. Somos enviados por Dios para levantar a Jesucristo, no para elaborar discursos maravillosos y hermosos.

Debemos estar dispuestos a examinar a otras personas tan profundamente como Dios nos ha examinado a nosotros. Necesitamos tener agudeza para percibir los pasajes de la Escritura que harán penetrar la verdad, y luego los debemos aplicar sin temor alguno.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 19

“…No he venido a traer paz, sino espada”, Mateo 10:34

Nunca compadezcas a una persona cuya situación te hace concluir que Dios la está tratando duro. Él es más tierno de lo que nos podemos imaginar y de vez en cuando nos da la oportunidad de tratar con firmeza a alguien para que Él pueda ser visto como el ser más tierno. Si una persona no puede acercarse a Dios, es porque no está dispuesta a renunciar a algo secreto. Puede admitir su pecado, pero sus intenciones de dejarlo no son mayores que las que tiene de volar. Como es imposible tratar de manera compasiva a ese tipo de personas, debemos llegar muy profundo, a la misma raíz del problema, lo cual puede causar antagonismo y resentimiento contra el mensaje. La gente quiere las bendiciones de Dios, pero no tolera lo que la hiere en carne viva y la lleva a enfrentar el problema central.

Si Dios ha hecho su voluntad en ti, tu mensaje como siervo de Él debe insistir sin piedad en el único objetivo de llegar a la raíz del problema. De lo contrario, no habrá sanidad. Debemos hacerle entender el mensaje a la gente de una forma tal que no haya excusa posible para no aplicarlo. Empieza a tratar con las personas en la posición donde se encuentren, hasta que logres hacerles comprender su verdadera necesidad. Luego mantén en alto el patrón de Jesucristo para sus vidas. Quizá su respuesta sea: “¡Nunca podré ser así!”Pero insiste con firmeza: “Jesucristo dice que debes serlo”. “¿Pero cómo?” “No podrás a menos que tengas un nuevo Espíritu” (ver Lucas 11:13).

Antes de que tu mensaje sea de alguna utilidad, debe existir un sentido de necesidad. Miles de personas aseguran que son felices sin Dios en este mundo. Pero si pudiéramos ser verdaderamente felices y rectos sin Jesús, entonces ¿porqué vino? Él vino porque esa clase de paz y felicidad es superficial. Jesucristo vino a traer espada sobre toda paz que no esté fundamentada en la relación personal con Él.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 18

“…a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien”,Romanos 8:28.

Solo la persona fiel cree verdaderamente que Dios controla sus circunstancias. Damos por hecho que Él las controla, pero en realidad no lo creemos. Actuamos como si lo que ocurre hubiera sido dispuesto por los hombres. Ser fiel en todas las situaciones implica que tenemos una sola lealtad: el Señor Jesucristo. Dios puede intervenir para que nuestras circunstancias se desmoronen súbitamente y comprendamos que le hemos sido infieles, al no reconocer que Él las había ordenado. Debido a que nunca percibimos lo que trataba de lograr, ese hecho particular no se repetirá en nuestra vida. La prueba de la fidelidad siempre se presenta justo en el momento preciso. Si aprendemos a adorar a Dios, incluso en las circunstancias difíciles, Él las cambiará por algo mejor, en un instante, si así escoge hacerlo.

Ser fieles a Jesucristo es lo más difícil que tratamos de hacer en este tiempo. Seremos fieles al trabajo, al servicio, o a cualquier cosa, pero que no se nos pida ser fieles a Jesucristo. Muchos cristianos se ponen sumamente impacientes cuando se habla de la fidelidad a Jesús. El Señor es destronado de una forma más intencional por los obreros cristianos, que por el mundo. Tratamos a Dios como una máquina diseñada para bendecirnos y consideramos a Jesucristo sólo como otro obrero.

La meta de la fidelidad no es que realicemos la obra de Dios, sino que Él actúe de manera libre y realice su obra por medio de nosotros.

Como Dios nos llama a su servicio y coloca enormes responsabilidades sobre nosotros, no espera ninguna queja de parte nuestra, ni ofrece ninguna explicación de su parte. Él quiere utilizarnos como usó a su propio Hijo.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 17

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura”, 1 Corintios 2:14

El Evangelio de Dios nos crea una conciencia de nuestra necesidad de Él ¿Las Buenas Nuevas están encubiertas para los que ya son siervos? No. Pablo dijo: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento”, 2 Corintios 4:3-4. La mayoría de las personas se consideran completamente rectas y no tienen ningún sentido de su necesidad del Evangelio. Es Dios quien crea esa necesidad de la cual ningún ser humano es consciente hasta que Él se manifiesta. Jesús dijo: “Pedid y se os dará”, Mateo 7:7. Dios da a partir del momento en que la persona pide que desee retener algo, sino que así fue como Él decidió redimirnos. Mediante nuestras peticiones, Dios pone en movimiento el proceso por el que Él crea lo que no existía hasta que lo pedimos. La realidad interior de la redención es que ella crea todo el tiempo. Crea la vida de Dios en nosotros, así como las cosas que hacen parte de esa vida. Nada puede satisfacer la necesidad, sino aquello que la creó. El significado de la redención es que crea y satisface.

Jesús dijo: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”, Juan 12:32. La gente se puede interesar cuando predicamos nuestras propias experiencias, pero tal presentación no despierta ningún sentido de necesidad. No obstante, cuando Jesucristo es levantado, el Espíritu de Dios da convicción sobre la necesidad de Él. El poder creativo de la redención divina, obra en las almas de los hombres solamente por medio de la predicación  del Evangelio. El testimonio personal jamás salva a los demás, pero sí la verdad de la redención. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, Juan 6:63.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 16 

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios… Orad en todo tiempo”,Efesios 6:13, 18.

Debes aprender a luchar contra lo que impide tu comunicación con Dios y a luchar en oración por otras personas. Sin embargo, luchar con Dios en oración es antibíblico. Si lo llegas a hacer, serás un inválido por el resto de tu vida. Si te aferras a Dios y luchas con Él como lo hizo Jacob, simplemente porque está obrando de una forma que no apruebas, lo obligas a descoyuntarte (ver Génesis 32:24-25). No te conviertas en un cojo en los caminos de Dios; más bien lucha delante de Él con las cosas de este mundo, porque “..somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”…, Romanos 8:37. Luchar ante Dios tiene valor en su reino. Si me pides que ore por ti y no estoy en comunión con Cristo, la dicha oración no será de ningún provecho. Pero si estoy en comunión con Él, mi oración obtiene la victoria todo el tiempo. La oración es efectiva solamente cuando estoy completo en Jesucristo: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios”. 

Haz siempre la diferencia entre la voluntad perfecta de Dios y su voluntad permisiva. Es decir, su propósito providencial con respecto a nosotros. Su voluntad perfecta es inmutable, pero es con su voluntad permisiva con la que luchamos delante de Él. Nuestra reacción ante lo que sucede por su voluntad permisiva nos capacita para ver su voluntad perfecta. “… A los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien…”, Romanos 8:28, es decir, a los que se mantienen fieles a la voluntad perfecta de Dios, al llamamiento en Cristo Jesús. Su voluntad permisiva es el medio por el cual se manifiestan sus verdaderos hijos e hijas. Debemos tener carácter para no decir automáticamente: “Sí, es la voluntad de Dios”. No tenemos que luchar con Dios, sino luchar con las cosas en la presencia de Él. Ten cuidado de renunciar por pereza, en lugar de tener una gloriosa batalla, pues así comprenderás que has sido capacitado con su fortaleza. 

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 15 

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de la verdad”, 2 Timoteo 2:15

Si no te puedes expresar bien sobre cada una de tus creencias, trabaja y estudia hasta que lo logres. Sino lo haces, otros pueden perder las bendiciones que trae el conocimiento de la verdad. Esfuérzate por decirte a ti mismo de manera clara y comprensible alguna verdad de Dios, pues Él lo usará cuando compartas con otros. Pero debes estar dispuesto a pasar por el lagar de Dios donde se exprimen las uvas. Debes trabajar, experimentar y practicar tu expresión oral para predicar la verdad de Dios con claridad. Después llegará el momento cuando esa misma expresión será el vino del Señor que fortalezca a otra persona. Pero si por pereza dices: “No voy a estudiar ni a trabajar para tratar de expresar esta verdad con mis propias palabras; simplemente copiaré lo de otro”, lo que comuniques no te será útil a ti, ni a nadie. Cuando te repites a ti mismo lo que crees que es la absoluta verdad de Dios, le das a Él la oportunidad de transmitirla a los demás por medio de ti. 

Ten por costumbre exigirle a tu mente que profundice en lo que has creído con facilidad. El tema no será realmente tuyo hasta que lo hagas tuyo por medio del esfuerzo y el estudio. El autor u orador de quien más aprendes no es aquel que te enseña algo desconocido, sino el que te ayuda a entender la verdad con la que has estado luchando en silencio, el que la expresa clara y audazmente. 

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 14

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón”, Juan 14:27

Siempre que enfrentamos dificultades, somos tentados a culpar a Dios. Pero nosotros somos quienes estamos equivocados, no Él. Culparlo a Él demuestra que estamos desobedeciendo y que hay algo en nuestra vida que no queremos dejar. Pero tan pronto lo abandonamos, todo se vuelve tan claro como la luz del día. Mientras estemos tratando de servir a dos señores a la vez, a nosotros mismos y a Dios, las dificultades se combinarán con la duda y la confusión. Nuestra actitud debe ser de completa confianza en el Señor. Una vez que llegamos a ese punto, no hay nada más fácil que vivir la vida de un santo. La dificultad viene cuando tratamos de usurpar la autoridad del Espíritu Santo para satisfacer nuestros propios intereses.

Cuando obedeces a Dios, la paz es su sello de aprobación. Él envía una paz profunda e indescriptible; no la natural, es decir, como el mundo la da, sino la paz de Jesús. Siempre que falte la paz, espérala hasta que llegue, o averigua por qué te falta. Si estás actuando por impulso, o por un sentido de lo heroico para que los demás te vean, la paz de Jesús no se manifestará en ti. Esto a su vez implica que no hay sencillez ni confianza en Dios, porque dicha actitud nace del Espíritu Santo, no de tus decisiones. Dios contrarresta nuestras decisiones obstinadas con un llamamiento a la sencillez y a la comunión con Él.

Mis preguntas surgen cuando comienzo a desobedecer. Pero cuando obedezco al Señor, los problemas nunca se interponen entre Él y yo y se presentan como un medio para que mi mente continúe examinando asombrada la verdad revelada de Dios. Cualquier problema que se interponga en nuestra relación tiene su origen en la desobediencia. Cualquier problema – y habrá muchos – que surja mientras lo estoy obedeciendo a Él, aumentará mi gozo profundo porque sé que a mi Padre le interesa y lo conoce. Entonces, yo estaré atento y podré ver cómo lo solucionará.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 13

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar”, Lucas 18:1

Tú no puedes interceder sino crees en la realidad de la redención, porque convertirías la intercesión en una compasión inútil hacia los seres humanos, lo cual aumentaría su dócil conformismo con respecto a estar fuera del contacto con Dios. La verdadera intercesión presenta delante del Señor a la persona o las circunstancias que te afectan, hasta que te transformas por la actitud de Dios hacia esa persona o circunstancia. La intercesión significa cumplir “…lo que falta de las aflicciones de Cristo”, Colosenses 1:24 y precisamente por esta razón hay tan pocos intercesores. La gente describe la intercesión así: “Es ponerse en el lugar de la otra persona”. ¡Eso no es verdad! La intercesión nos pone en el lugar de Dios. Es tener su mente y su perspectiva hacia los demás.

Como intercesor, ten cuidado de no pedirle a Dios mucha información sobre la situación por la cual estás orando, porque te aplastaría. Si sabes demasiado, es decir, más de lo dispuesto por Dios, no puedes orar, Las circunstancias de la gente son tan abrumadoras que no podrías ver la verdad fundamental.

Nuestro trabajo consiste en establecer una relación tan cercana con Dios que adoptemos su manera de pensar acerca de todo. Sin embargo, eludimos esa responsabilidad sustituyendo la intercesión con la actividad. Nos ocupamos en aquello que se puede cuantificar y no intercedemos. La intercesión es lo único en lo que no podemos caer en una trampa y que no implica un riesgo de error para nosotros, porque mantiene nuestra relación con el Señor completamente abierta.

Lo que debemos evitar durante la intercesión es orar por un “remiendo” rápido para las almas, un simple tratamiento para sus heridas. Debemos orar para que esa persona entre en contacto con la vida misma de Dios. ¡Pensemos en la cantidad de personas que Él ha puesto en nuestro camino y a quienes hemos abandonado! Cuando oramos fundamentados en la redención, Dios crea algo que solamente puede hacer por medio de la oración intercesora.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16

Diciembre 12

“…Que sean uno, así como nosotros somos uno”, (Juan 17:22).

La personalidad es esa parte peculiar, singular e incalculable de nuestra vida, que nos diferencia de todos los demás. Es demasiado grande para poderla comprender. Una isla en el mar puede ser solamente la cima de una gran montaña y nuestra personalidad es algo parecido. Como no conocemos las grandes profundidades de nuestro ser, no podemos hacer una valoración de nosotros mismos. Empezamos creyendo que podemos, pero pronto entendemos que sólo un ser nos comprende completamente, nuestro Creador.

Así como la individualidad caracteriza la parte externa del hombre natural, la personalidad es el sello característico del hombre espiritual. Nunca podemos describir a nuestro Señor a partir de la individualidad o la independencia, sino sólo a partir de su personalidad: “El Padre y yo uno somos”, Juan 10:30. La personalidad se debe unir. Es decir, que sólo alcanzas tu verdadera identidad estando unido a otra persona. Cuando el amor, o el Espíritu de Dios, entra en una persona, ésta queda transformada y ya no insiste más en mantener su individualidad. El Señor nunca habló de la individualidad de una persona, o de su posición aislada, sino de su personalidad. “Que sean uno, así como nosotros somos uno”. Cuando le cedes a Dios tus derechos sobre ti mismo, enseguida tu verdadera naturaleza personal comienza a obedecer a Dios. Jesucristo emancipa toda tu personalidad e incluso tu individualidad se transforma. La transformación es causada por el amor, es decir, por la devoción personal a Jesús. El amor es el desbordante resultado de una persona en verdadera comunión con otra.

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“…Ojos para el ciego y pies para el cojo… A los menesterosos era padre; y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia” Job 29:15,16